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La gente parece capaz de hacer coincidir correctamente el nombre de una persona con su cara mejor que el azar. ¡Pareces una Raquel! Es su nombre Raquel¿? Si no le has dicho algo similar a una persona, ciertamente lo pensaste. El sentido común dice que no debería poder predecir el nombre de una persona simplemente mirando la cara, pero claramente hay más. Los investigadores responsables de estos hallazgos recientes dicen que puede tener algo que ver con los estereotipos culturales.

El experimento que involucró un algoritmo de computadora mostró que las personas que tienen el mismo nombre comparten rasgos faciales comunes alrededor de los ojos y la boca. No por casualidad, estas características son las más fáciles de ajustar. Crédito: Revista de Personalidad y Psicología Social.

Yonat Zwerbner y sus colegas de la Universidad Hebrea de Jerusalén realizaron una serie de experimentos en los que participaron cientos de voluntarios de Francia e Israel. A cada participante se le presentaron fotografías policiales y se le pidió que asignara un nombre a la persona de una lista de cuatro o cinco nombres. En cada experimento, los participantes fueron mejores para hacer coincidir el nombre y la cara que al azar. Los resultados variaron del 25 al 40 por ciento de precisión, en comparación con el 20 al 25 por ciento de probabilidad aleatoria. Estos hallazgos se mantuvieron incluso cuando se controlaron la edad, el origen étnico o las variables socioeconómicas.

El efecto Dorian Gray

En uno de los experimentos, los participantes tuvieron que elegir entre una mezcla de rostros y nombres franceses e israelíes. Curiosamente, los participantes franceses fueron mejores que el azar solo cuando emparejaron nombres franceses y, del mismo modo, los estudiantes israelíes fueron mejores que el azar solo cuando emparejaron nombres hebreos.

Para aumentar drásticamente el tamaño de su muestra, los investigadores también entrenaron un algoritmo de máquina para unir nombres con rostros alimentándolo con 94,000 imágenes de retratos. La máquina tenía una precisión del 54 al 64 por ciento, lo que es significativamente mejor que el azar (50 por ciento de precisión).

Zwerbner cree que este efecto se debe, en parte, a los estereotipos culturales, ya que el efecto es específico de la cultura. Podría ser que las personas alteren inconscientemente su apariencia para ajustarse a las normas culturales asociadas con sus nombres.

Estamos familiarizados con este proceso por otros estereotipos, como la etnia y el género, donde a veces las expectativas estereotipadas de los demás afectan en quiénes nos convertimos, dijo Zwebner. Investigaciones anteriores han demostrado que existen estereotipos culturales asociados a los nombres, incluido el aspecto que debe tener una persona. Por ejemplo, es más probable que las personas imaginen que una persona llamada Bob tiene una cara más redonda que una persona llamada Tim. Creemos que estos estereotipos pueden, con el tiempo, afectar la apariencia facial de las personas.

Esto puede parecer una hipótesis extraña: la gente cambia su apariencia para que coincida con el aspecto de un Bob o Tim estereotípico, pero un experimento descubrió que simplemente cambiar el peinado era suficiente para producir este efecto. Los investigadores también encontraron que los participantes eran menos precisos al hacer coincidir caras y nombres cuando las personas que aparecían en las fotos usaban un apodo exclusivamente. Esto puede sugerir que la apariencia de una persona se ve afectada por sus nombres solo si realmente se usan y no si simplemente se indica en una licencia de conducir.

Juntos, estos hallazgos sugieren que la apariencia facial representa las expectativas sociales de cómo debe verse una persona con un nombre en particular. De esta manera, una etiqueta social puede influir en la apariencia facial, dijo la coautora Ruth Mayo de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Estamos sujetos a una estructuración social desde el momento en que nacemos, no solo por el género, la etnia y el nivel socioeconómico, sino por la simple elección que otros hacen al darnos nuestro nombre.

Es uno de los estudios más extraños que he encontrado recientemente, pero si los científicos realmente están en lo cierto, solo puede significar que nuestras personalidades y comportamientos están mucho más esculpidos por la sociedad de lo que nos gustaría pensar.

Un nombre es un factor social externo, diferente de otros factores sociales como el género o la etnia, por lo que representa una etiqueta social definitiva. La demostración de nuestro nombre manifestado en nuestra apariencia facial ilustra el gran poder que un factor social puede tener en nuestra identidad, influyendo potencialmente incluso en la forma en que nos vemos, agregó el Dr. Mayo.

Los hallazgos aparecieron en el Journal of Personality and Social Psychology.

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